Yo no conocía a Dios
hasta que en tus ojos vi la gloria,
en éste paraíso te encontré
¡Antorcha encendida, luz para mi fe!
Oscuro andar el mío
por caminos de peligro y tentación…
arriesgando, probando; seduciendo, seducido
nunca prometiendo, ni comprometido…
Horas sin tiempo ni distancia
corriendo como río desbordado
campos eriazos o de verde vestidos
alimentando, arrasando; secanos e elusiones.
Pero fuiste roca en mi desatino
de la loca vorágine que me envolvía…
y sacudía mí pobre alma hasta los huesos
quemando de angustia mi corazón enamorado.
Entonces apareciste tú amor bendito
y cambié mi desdichada vida por tus besos
dejando atrás mis pesares por tus alegrías
porque hallé en ti, mi ángel, la tierra prometida.
Delalma
Domingo, 04 de septiembre de 2011
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