Cuentan los marineros que al atardecer,
ven radiante a una novia pasear por el mar
del brazo de un mozo que es su querer…
y que arroja a la playa… sus flores de azahar
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Que será lo que encanta a una bella mujer
de serena mirada y cuerpo inquietante,
a caminar por la playa a la orilla del mar
mirar y andar… y volver a mirar.
Antes del poniente… bajo un sol inclemente
de albo color aparecía a diario para contemplar,
ya no sé si era al mar o el atardecer,
con el sol venía y con la luna partía.
No podría decir que era mi orilla particular…
pero si mi lugar predilecto para escribir y soñar…
atisbando sirenas… prestas a dejarse atrapar
mientras disfrutaban del embrujo del mar.
Así, ella, una tarde surgió, blanca y delgada
pelo dorado, ojos claros y mirada sublime,
y lo sé porque alguna vez me miró
pero jamás conmigo, ni con nadie habló.
Como una novia vestía siempre de blanco
con flores y encajes de igual color, mudaba
a veces por uno de flores vivaces, pero
níveo, como la espuma de las olas del mar.
Siempre puntual, antes del ocaso venía a rondar.
Por la pleamar bañado el vestido…
en la tarde crepuscular… se alejaba,
con nuevo sol… por el piélago regresaba.
Una tarde de Mayo, cuando el viento de Otoño
es más frio y más fuerte y las olas se hacen mayores…
llegó como siempre, linda y de blanco,
con un marinero conversó… y a la orilla se sentó.
La vi sonreír… o quizás… ¿llorar?, Antes del anochecer
ella se quitó el vestido, el brasiere y las bragas,
me regaló una sonrisa y se internó en el mar…
hasta el alba la esperé… nunca más la vi.
A bordo de una gabarra… un buen trecho remé,
cuando ya la costa no se avistaba, en altamar,
vestido, brasiere y bragas, de la dama dejé
pues ese era el ara, de la novia del mar.
Delalma
Publicado: 14 de enero de 2010 a las 10:58
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